Ayer por la tele vi una vez más esta maravilla del cine, la segunda pelicula de Sofia Coppola, cine indie norteamericano que demuestra que todavía no esta todo perdido en el país del norte (o al menos no esta todo perdido si filman en el exterior ;). Esta goya, clásico instantaneo en mi colección personal (y la de muchas otras personas) relata una historia de amor complice, fruto de la soledad y el desconcierto, entre dos personas solitarias en un país extraño.
Así a primera vista puede sonar a que será una pelicula comunacha de Hollywood, donde un viejo verde enamora a una jovencita... pero no, todo lo contrario. Aquí Coppola entreteje una historia minimalista, apoyada en el ambiente de los lugares, y la relación entre Bob (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson) no se basa en ridículos encuentros casuales o a los artificios de buenos amigos comunes. Se construye en la búsqueda en el otro de un ser que lo acompañe en la alienación, que sepa expresarse con inteligencia, que este más alla de la mediocridez que ven Bob y Charlotte en las personas más cercanas que las rodean.
Murray interpreta genialmente a Bob, un artista en decadencia que acepta filmar publicidades en Japón para aumentar su chequera, y que en ese punto de su vida atravieza una crisis con su esposa y revisa su existencia. Charlotte, a la que le pone cuerpo y alma de manera magistral Johansson, es una veinteañera filosofa recien egresada, inteligente y con una personalidad demasiado rica para sentirse a gusto con los suyos. Ambos, pues, estan es crisis, uno sale, y otra entra, de una etapa de la vida, y juntos llevan como lo mejor posible las largas noches en vela por el jetlag.
Ambos actores forman una química perfecta, diciendo miles de palabras con simples miradas y caricias: la mirada que no puede evitar regalarle Bob a Charlotte en el karaoke, el momento de descanso que comparten luego, la caricia del pie de ella en la escena de la cama. También juega, y mucho, el mundo exterior, el bombardeo de luces, publicidad, tecnología y contrastes que ofrece Tokio (captado exquisitamente por las camaras). El punto culminante es el apoteósico final, LA escena del filme donde somos espectadores del encuentro final y de un susurro intimo, que presenciamos pero del cual no compartimos el secreto, de Bob a una emocionada Charlotte.
Coppola supo con esta pelicula contar una historia inteligentemente y con delicadeza. Bate la justa y ni un milímetro más allá, jugando con la sugestión y la imaginación del espectador. ¿Recomenable para todos? No, creo que no. Se necesita mirarla de una forma profunda y reflexica, su ritmo lento y pausado, con su camara que capta sigilosamente el carisma actoral de Murray y se maravilla con paciencia cuando Johansson esta en pantalla, es una pelicula que necesita de un previo acuerdo con el espectador. Acuerdo que seguramente estará en el amante del cine que hace historia: 10/10.
martes, febrero 28, 2006
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